Unas vacaciones él nos lo habia prometido. Y cumplió.
Mi hermana y yo aprendimos a manejar el vocho en tan sólo tres dias, mañana y tarde. Transitamos por lo que ahora es Santa Barbara y la avenida Felipe Sevilla, estaba poco habitado y las calles casi desiertas.
Nos cumplió, después de intentos fallidos de mi madre y de mi padre. Mi abuelito Rafael nos enseño a usar el clotch, el freno de mano, el espejo retrovisor y los laterales. Todo un arte que terminaba en repentinos jaloneos porque sacábamos muy rápido el clotch y no acelerábamos por miedo. Pero aprendimos sin saber a ciencia cierta de leyes mecanicas ni funcinamiento del vochito familiar.
Debimos de haber tenido unos 14 o 15 años....y sin anhelar una fiesta pomposa de 15 años esa fue nuestra introducción a la soceidad colimense, crecimos, ahora teniamos mas deberes y obligaciones, los de un conductor automovilístico.
20 años después él ya no se mueve mas allá de su ventanal y su puerta. Esas piernas fuertes y firmes enfundadas en pantalones largos, que nos dában el ejemplo de cómo meter el clotch caminan no mas de 50 pasos. Un dia más o un dia menos.
Lo que mi hermana y yo jamas atendimos es que junto a sus enseñanzas, su manos nunca soltaron el delicado que le habiamos ido a comprar a la tienda.
Miles de esos tabacos fuertes le taparon las arterias de las piernas que ahora no lo dejan salir a las calles llenas o vacias de tráfico.
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